Escrito por: Alexander Larios González
Una dieta sana es esencial para el ser humano, nos
permite nutrirnos, mejorar nuestra salud, mejorar nuestro desarrollo cognitivo
y nuestro rendimiento físico, e incluso, es un factor decisivo para la
esperanza de vida. Sin embargo, la influencia de nuestra dieta sobre nosotros y
nuestra vida, no sólo se limita a esto, sino que va más haya. Su influencia
llega incluso a la toma de decisiones, trastornos psicológicos y estado de
ánimo, por lo que tener una dieta completa y balanceada puede ser la clave para
que, en un futuro, no sufras trastornos psicológicos, tomes mejores decisiones
y te lleves mejor con las personas que te rodean.
Somos lo que comemos…
incluso antes de nacer
A lo largo de la historia hemos descubierto que la
dieta importa e importa mucho. No sólo afecta en nuestro cuerpo y su salud,
sino que también se ha visto que la dieta puede llegar a influir en el
desarrollo cognitivo de los individuos. Es bien sabido que la dieta que
una mujer embarazada puede llegar a afectar la salud de los fetos; una mala
alimentación, puede llegar a provocar que el feto tenga problemas de salud, que
haya pérdida del mismo o incluso que pueda llegar a afectar en su desarrollo,
tanto cognitivo, como fisiológico.
En la Universidad de
Melborne, Australia, se llevó a cabo un experimento en donde se analizó la
influencia de la dieta de las madres, durante el embarazo, en la salud mental
de los niños después de que éstos nacieron y alcanzaron una edad de 18 meses.
El experimento, liderado por la profesora Felice Jacka y que constó con la
participación de 23 mil mujeres embarazadas, se trató de hacer un seguimiento
de la salud mental de sus hijos, entre los 18 meses y 5 años de edad. Las
madres reportaron el consumo de alimentos procesados durante el embarazo, así
como la dieta que llevaron durante el mismo. En dicho experimento, las
condiciones educativas, sociales y económicas, así como la salud mental de la
madre, se tomaron en cuenta para no tener sesgos en los resultados. Los
resultados fueron claros: entre más alimentos procesados consumía la madre
durante el embarazo, los niños eran más propensos a ser agresivos y a hacer
rabietas, esto debido a la poca ingesta de los nutrientes esenciales para un
óptimo desarrollo de los fetos.
En
la Universidad de Burdeos, Francia, se llevó a cabo un estudio para observar
los efectos de una dieta incompleta carente de ácidos grasos, en ratones;
diseñado para medir las reacciones de miedo en ratones, este experimento tuvo
resultados bastante reveladores. Aquellos ratones que durante su desarrollo
habían prescindido de ácidos grasos Omega-3, eran más propensos a ocultarse en
lugares oscuros y no salir de ahí, signos de estrés y miedo. Por otro lado,
aquellos ratones que sí tuvieron acceso a este tipo de ácidos grasos, tenían un
comportamiento igual de curioso que los ratones con una dieta adecuada.
Otro estudio llevado a
cabo en los Estados Unidos, se observó que las madres que no tenían acceso a
una sana alimentación durante los últimos meses de gestación, tenían hijos que
eran más propensos a tener comportamientos agresivos, ansiedad, depresión, falta
de atención o hiperactividad en los años posteriores a su nacimiento.
¿Nuestra dieta puede
dictar nuestras decisiones?
Uno de los nutrientes más importantes en nuestra
dieta, son los ácidos grasos Omega 3. Estos ácidos grasos son esenciales para
un desarrollo óptimo y un funcionamiento adecuado del cerebro y del sistema
nervioso. Su ingesta tiene la capacidad de poder mejorar problemas visuales y
cerebrales, en pacientes con deficiencia demostrada en memoria, aprendizaje,
visión y ansiedad. Todo esto debido a que esto ácidos grasos recubren las
conexiones que existen entre las neuronas, mejorando la conductividad eléctrica
y haciendo que el cerebro sea más eficiente.
El problema que actualmente existe, más que nada en los países
industrializados, es que la mayoría de los alimentos que podemos encontrar de
manera fácil y barata, no contienen ácidos grasos Omega-3, ya que la mayoría
contienen una alta concentración de grasas y carbohidratos. Por lo que nuestro
sistema nervioso generalmente tiene carencias de estos ácidos grasos,
provocándonos problemas en nuestro desarrollo cognitivo y en el funcionamiento
cerebral, acentuándose todos estos problemas en los fetos, bebés, niños y
adolescentes; básicamente en las etapas de desarrollo. Sin embargo, esto no termina
aquí ya que la falta de ácidos grasos Omega-3 está relacionado directamente con
la violencia.
Por
otro lado, Arnt Salberg, doctor en psicología con especialización en
alimentación y delincuencia, llevó a cabo un experimento en la penitenciaría
Heerhugowaard Alkmaar, en la localidad de Zuyder Bos, Países bajos. En dicho
experimento proporcionó una dieta rica en vitaminas, minerales y ácidos grasos
a los reclusos de dicha institución. El hecho de que se llevara en una
penitenciaría, permitió que el investigador pudiera monitorear, al 100%, la
dieta de los reclusos. Los resultados fueron alentadores: los reclusos que
recibieron este tipo de comidas enriquecidas, tuvieron una disminución del 33%
en el número de incidentes violentos respecto a los que recibieron una dieta
común.
Por otro lado, Soyoung Park, investigadora del Instituto de Psicología de la
Universidad de Lübeck, Alemania, ha demostrado que también nuestra dieta puede
llegar a influir en nuestra toma de decisiones. Para poder determinar esta influencia
de la dieta en la toma de decisiones, la investigadora desarrolló un
experimento en donde 24 sujetos diferentes asistieron al laboratorio 2 mañanas
distintas, desayunando 2 comidas diferentes, una cada vez que iba. En la
primera vez, la comida era una comida regular, mientras que la segunda vez que
asistían, la comida estaba enriquecida en proteínas; así lo único que cambiaba
era la relación proteína-azúcares. Unas horas después, el sujeto que había
comido se enfrentaba a una situación particular con un extraño. En dicha
situación, el extraño dividía 10 euros en dos partes, pero, no precisamente en
partes iguales. Esto daba pie a que el extraño tomara 9 euros para él y 1 euro
para el sujeto de prueba, por lo que el sujeto de prueba tenía dos opciones: la
primera era aceptar la cantidad de dinero que se le daba, por más pequeña que
fuera o la segunda, donde rechazaba la división y, entonces, el sujeto de
prueba y el extraño se quedarían sin nada. En las ocasiones donde el sujeto de
prueba tenía una dieta rica en proteínas y baja en carbohidratos, éste era más
propenso de aceptar las propuestas injustas, mientras que cuando la dieta
bajaba en proteínas y aumentaba en azúcares, el sujeto era más sensible a las
propuestas injustas y era más propenso a rechazarlas, hasta 2 veces más.
Aunque aún no se ha comprobado nada a nivel biológico, todos estos
experimentos, además de los experimentos que habla sobre la adicción a ciertos
carbohidratos, como la glucosa, plantean una hipótesis que cada vez, parece más
acertada: los alimentos dictan nuestras decisiones y dictan quiénes somos y
quiénes seremos. Una dieta balanceada y un bajo consumo de alimentos altamente
calóricos, podría ser la única opción para que nosotros podamos tener una salud
mental sana y un cerebro que funcione a su máxima capacidad.
Fuente:
Nuestro Cerebro es lo que comemos-DW
Serge Ahmed- Sugar addiction: pussing the drug-sugar analogy to the limit
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